Transformar no es lo mismo que cambiar

"La transformación de las Naciones comienza en el corazón de las personas"

Transformar no es lo mismo que cambiar

Por Rafael Domínguez

Muy frecuentemente pensamos que la mejora de nuestras situaciones o condiciones sería más rápida o más efectiva si tan solo cambiamos la manera en la que hacemos las cosas y le damos a la palabra “cambio”, un valor intrínseco de éxito, sin embargo no siempre el cambio termina en un mejor resultado y las cosas no solo no mejoran, sino que el cambio produjo incluso un daño mayor.
Si hablamos de la Nación y de las situaciones que aún persisten, las que nos provocan preocupación o insatisfacción, también las hemos sometido al efecto “cambio” pero en realidad nada cambió, pensamos en que automáticamente con solo hacer un cambio el resultado traerá lo que queremos y así de tiempo en tiempo cambiamos pero no mejoramos, la pregunta es ¿Por qué? ; vale decir que los cambios aunque necesarios, si no implican transformación en ellos muy poco abonan, ya que transformarse no es lo mismo que cambiar, el cambio puede ser superficial, aparente y hasta malvado, pero la transformación es profunda, desde dentro, es moverse a otro estado de pensamiento y acciones para lograr los resultados.
Pasar de una religión a otra por ejemplo, es un cambio, pero eso no significa que la persona se transformó a una nueva manera de vivir, simplemente hizo algo que creyó era necesario y actuó, sin reflexionar ni conocer profundamente aquello nuevo a lo que se estaba cambiando y no hubo transformación, esto nos pasa también en lo político y lo social, cambiamos de partido pero no nos transformamos en un nuevo ser ideológicamente mejorado, cambiamos de actitud, talvez somos más caritativos pero no cambiamos nuestra profunda convicción de amor por el prójimo, simplemente cambiamos sin transformarnos en algo mejor.
Para alcanzar la transformación nacional y convertirnos en una nación fuerte, vigorosa, tierra de oportunidades y éxito, debemos transformarnos y no simplemente cambiar, transformarnos desde lo muy profundo e individualmente tomar conciencia de nuestro papel y del efecto social que tiene lo que cada uno hace, transformarnos en seres que entendemos la necesidad del prójimo y servirle a los demás, transformarnos en servidores unos de otros, el que tiene más que sirva al que tiene menos y el que tiene menos que sirva la que tiene más, una transformación profunda sobre el significado de Nación y las implicaciones que tiene el gobierno, la familia, la iglesia como instituciones creadas por Dios para gobernar el mundo y trasladarnos a otro estado de expectativas y resultados; no podemos seguir pensado que el cambio por cambio es el éxito, más bien cambiar para transformarnos en algo nuevo, que rompa los paradigmas actuales y nos ubique en una nueva ruta de construcción de la Nación, esa ruta donde todos somos necesarios, importantes y determinantes, pensemos o no igual, creamos o no igual, tengamos o no iguales recursos, una transformación que nos devuelva a los principios fundamentales del bienestar humano.
Una transformación de este tipo necesita sin duda un proceso nuevo en la educación, una cosmovisión nueva y el entendimiento del por qué de las cosas a partir de la construcción de una transformación general y no solamente de un cambio personal que signifique alguna mejora, si todos abrazáramos una visión de transformación, sin duda podríamos todos poner lo mejor que tenemos en ese propósito y no aplicaríamos el cambio como regla, cuando hay cosas que nunca deben cambiar.
Las leyes por ejemplo, son otra de estas cosas afectadas por la sed de cambio, pero ninguna ley puede dominar el corazón del individuo y si este no se transforma ninguna ley ni primaria ni secundaria, ni multa o sanción lo hará, al contrario, una persona transformada no necesitará ley alguna que le convenza de hacer el bien, de servir a los demás o de utilizar bien los recursos públicos.
Si hemos de cambiar algo, es la forma en la que abordamos la visión del cambio para ir tras la transformación, una que sea profunda, honesta y sencilla, que nos haga mejores personas antes que mejores empresarios, funcionarios o lo que creamos que debemos ser, una transformación que nos devuelva la dignidad y nos reconozcamos como humanos limitados que necesitamos unos de otros y de las leyes divinas para lograrlo.

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