El amor, valor relegado

Por Rafael Domínguez
Sin amor nada somos dice acertadamente la escritura, y en más profundidad nos dice que toda la ley se resume en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, en síntesis, el amor puesto en práctica en todo y para todo.
Para que una nación funcione según el diseño, el Creador nos dotó de un elemento formidable capaz de hacer funcionar todo, ese elemento es el amor, un valor y virtud relegado en este tiempo, porque hemos perdido la capacidad de apreciarlo como parte de la vida diaria, dejándolo casi en exclusiva para las relaciones de pareja o familiares, pero el amor como valor es sin duda el más importante de todos.
Sin amor nada somos dice acertadamente la escritura, y en más profundidad nos dice que toda la ley se resume en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, en síntesis, el amor puesto en práctica en todo y para todo.
Por amor, el mismo Jesucristo entregó su vida por nosotros y nos dijo que no hay amor más grande que ese, el de dar la vida por un amigo, el amor es aquello que logra cubrir multitud de faltas, sin amor no es posible servir porque el que ama puede hacerlo sin ninguna limitación.
De ahí que amar, es sin duda el motor de una nación, sin amor entre los ciudadanos que la conforman no es posible el verdadero servicio ni la unidad, por ello es que amar al prójimo se vuelve tan importante, porque si podemos amar a un desconocido, incluso a un enemigo, podemos lograr cualquier otra meta; pero cuanto lo hemos olvidado, hoy parece que vivimos esforzándonos pero por no amar, algunos viven para odiar, rechazar, hacer a un lado al prójimo y por lo mismo, la calidad de vida de la nación se vuelve inferior cada día; tanto es así que el discurso político por ejemplo, mientras más odio inyecta más consolida su poder o su caudal de afines, cuanto más odio se logra sembrar, pareciera que más acertado es el mensaje, el odio y la división parecen ser el único motivo para aglutinarse en algo, voy con los que odian lo mismo que yo, pero eso a la larga destruye lo que el diseño del Creador previó para las naciones.
Cuando amamos al prójimo, no hay razón para que eso nos inhabilite de tener nuestro propio criterio o forma de ver las cosas, no, pero si amamos podemos comprender el de los demás, podemos tener empatía, compartir, servir, agradecer, desear el bien, alegrarnos por los triunfos de otros, aplaudir los éxitos ajenos, sentirnos parte de la vida de los demás y ser parte con ellos en nuestra propia vida, amar al prójimo es respetarle, reconocerle como persona, aceptarle, darle la mano cuando lo necesite, incluso si con eso mejora su posición frente a nosotros y cuando todo esto sucede nos convertimos en mejor nación, en mejores padres, mejores amigos, mejores trabajadores, mejores ciudadanos y podemos volcar ese amor a la tarea de servir sin esperar.
Eso es al final la tarea de todos en cualquiera sea el puesto o cargo que nos desempeñemos, hacer lo que hacemos por amor, tanto a nuestros más cercanos como a los que nunca habíamos visto, sin importar que no recibamos lo mismo, aunque sin duda todo el que da con amor, cosechará su recompensa y sin duda habrá cambiado la Nación.
Dios ha creado para nosotros las naciones y le son importantes, tanto que al final de los tiempos dice que estas serán juzgadas, por lo mismo debemos preocuparnos por ser una nación que ama, que es capaz de dar perdón, misericordia y justicia, sin eso siempre habrá espacio para la contienda, la violencia, el resentimiento y la guerra.
El amor no es algo cursi, no es algo que nos debilita, al contrario, es el pegamento de aquellos elementos indispensables para formar naciones sanas, debemos preocuparnos por amarnos mucho más y odiarnos menos, por que al amar nos mejoramos como miembros de la sociedad y nos acercamos más al carácter de Dios, que nos recuerda siempre que fuimos creados a su imagen y semejanza, por eso no hay desperdicio en enseñar a la próxima generación las ventajas de amor por sobre el odio, tal vez así podamos ver la Nación que realmente estamos llamados a ser.